miércoles, 13 de abril de 2011

YO ESTUVE EN LEMONIZ.


A finales de 1980, participé en las pruebas en frío: (Cold Hydro), de la central nuclear de Lemóniz.
Se trataba de la prueba hidrostática del circuito primario del reactor.

Recuerdo que algunas de las paredes de las casas de Bilbao, en la ruta hacia Lemóniz, estaban decoradas con pintadas anti-nucleares: una que me impresionó especialmente, decía: “En caso de accidente nuclear, ¿Bilbao es evacuable?”. Era evidente que el autor sabía lo que decía, teniendo en cuenta como estaban las salidas de Bilbao entonces y como eran las carreteras circundantes.
Me impresionó, en primer lugar, el emplazamiento de la central: Desde la carretera de acceso se la veía allá abajo, como metida en un agujero al lado del mar, rodeada de altas montañas.
No menos impresionantes, eran las medidas de seguridad: A las personas que accedían a la planta por primera vez, se les registraba cuidadosamente y se les hacía una tarjeta de identificación parecida al actual DNI., con fotografía en color.
Cada vez que se accedía o salía de la planta, las personas lo hacían por un lado y, los vehículos y objetos, (carteras, paquetes, etc.), por otro. Todos eran cuidadosamente registrados.
Las medidas de seguridad, no se aplicaban solamente en la puerta de entrada:
En cualquiera de los accesos a los edificios de la central, había un guarda de seguridad de dos metros de alto, armado de un revolver, que te registraba cuidadosamente y, dentro ya de los recintos, te encontrabas con algún otro, en lugares no fijos, que te registraba igualmente.
La sala de control era reducida; apenas cabíamos todos los participantes en las pruebas. Los servicios estaban en otro recinto, a unos veinte metros, después de atravesar un pasillo. Antes de llegar a los servicios te encontrabas con un pequeño mostrador en el que, otro vigilante se quedaba con tu tarjeta de identificación a cambio de un volante que extendía en el acto. Al regreso, se repetía la operación en forma inversa.
No recuerdo cuantos días estuvimos en la central, saliendo solamente a comer a mediodía y a dormir, por la noche.

Encontramos un tiempo típicamente del norte: llovía permanentemente y, a ratos, copiosamente, lo que hacía el ambiente algo más opresivo, dada mi falta de adaptación a aquel clima.

La primera noche, tras un recorrido de reconocimiento por la zona de las pruebas subimos a la sala de control para esperar que se terminase de llenar de agua el circuito primario. Como parecía que se tardaba más de lo razonable, volvimos a bajar para investigar las causas ya que, por el interfono, nadie informaba satisfactoriamente.
Al recorrer el área, vimos como unos operarios se retiraban de un lugar próximo a la tubería que se estaba probando, llevando consigo un equipo de soldadura oxiacetilénica. Me acerqué al tubo y me imaginé lo que habían estado haciendo: Uno de los manguitos para toma de muestras había fugado por la soldadura y lo habían estado reparando con el tubo lleno de agua. Supuse que alguien más se había dado cuenta, pero nadie dijo nada.
Cuando empezó a aumentar la presión en la tubería, empezaron a aparecer fugas por los prensas de las válvulas. Eran tantas, que hicimos bromas sobre ello, diciendo que llovía más dentro de la central que fuera, eso que fuera estaba “jarreando”.
Cuando nos cansamos de ver fugas por abajo, subimos a la sala de control, donde nos iban informando de la situación, en la forma siguiente:
-          Válvula 23.
-          Gotea.
-          ¿Mucho?
-          Gotea poco: 5 gotas por minuto.
-          Válvula 17: 10 gotas por minuto.
-          Válvula 24: Gotea.
-          ¿Gotea mucho?
-          ¡Gotea a chorro!
En un momento de la prueba, uno de los participantes preguntó a uno de los responsables de la planta:
-          ¿Se repetirá la prueba cuando se corrijan las fugas?
-          No; -Contestó el aludido-Esta no es una prueba de estanquidad; es de integridad. El objetivo es verificar que la tubería no se rompe.
-          Entonces ¿Se hará después una prueba de estanquidad?
-          No.-Fue la respuesta-.

El momento más crítico de las pruebas, se produjo una noche, en la forma siguiente:
Se habían alcanzado las condiciones de presión y temperatura establecidas en el procedimiento, cuando se cortó la corriente.
Se interrumpió la prueba y, durante un buen rato, fueron bajando la presión y temperatura del circuito. Cuando se recuperó la corriente y nos disponíamos a continuar, alguien de los participantes observó:
-          El procedimiento, establece unos límites para la subida y bajada de las presiones y temperaturas. Si se han rebasado estos limites, la prueba no será válida ¿No sería conveniente comprobar si se han sobrepasado durante el tiempo que ha faltado la corriente?
Yo creo que, en ese momento, todos tuvimos la casi seguridad de que se habían sobrepasado; no obstante, se recurrió a los registros gráficos y, efectivamente, las sospechas se confirmaron.
Se hizo un silencio “ensordecedor” en la sala y todos dirigimos la mirada hacia el responsable de tomar la decisión.
Pasaron unos segundos que nos parecieron eternos, al cabo de los cuales se oyó la voz del jefe del equipo:
-          Adelante; seguimos la prueba.
En aquel momento, seguro que nadie deseó haber estado en su pellejo.

Cuando se confirmó el cierre de la central de Lemóniz, pensé que había sido una decisión acertada:
-Las primeras pruebas se habían hecho en unas condiciones poco satisfactorias y, el no tener prevista la corrección de las fugas detectadas en el circuito primario, parecía una decisión, poco correcta.
-El emplazamiento de la planta era el menos adecuado para un caso de evacuación en caso de accidente nuclear, como rezaba la pintada ya comentada.
Yo había visto tiempo atrás el informe, (exhaustivo a juzgar por su volumen), emitido por una empresa norteamericana, sobre la viabilidad de la central de Deva, que era desfavorable pese a que, aparentemente, se encontraba mejor situada que la de Lemóniz.